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Vivimos en un mundo crecientemente interconectado, donde la información entre distintos servicios y plataformas tecnológicas se intercambia rápidamente. Por ejemplo, más y más personas utilizan teléfonos móviles para conectarse a internet y descargar sus correos electrónicos o actualizar su cuenta de una red social. Cada vez que tú entras a gmail, y utilizas google para navegar en internet, también quedan almacenados los términos de tu búsqueda y actividad en la red. Puedes actualizar tu mensaje de estado a través de distintos servicios, como Twitter y Facebook, con una sola entrada. Los navegadores de internet también pueden soportar muchas aplicaciones y servicios distintos a través de conectores (“plugins”) y barras de búsqueda.

 

También se ha difundido progresivamente la práctica de realizar una búsqueda de persona en internet, por motivos diversos: para evaluar la posibilidad de contratarlos/as para un trabajo, para confirmar una fecha probable, vigilar la actividad en línea de alguien, u otras. En un contexto de violencia y abusos, internet, con su naturaleza conectora, se ha transformado también en una plataforma para rastrear, observar, controlar y/o amenazar a alguien. Por ejemplo, solicitando acceso a las contraseñas, distribuyendo fotografías personales e íntimas por teléfonos móviles sin permiso, utilizando información sobre la actividad en línea de alguien para acosarlo/a. 

¿Cuánto sabes, cada vez que te registras en un servicio, acerca de dónde se almacena tu información personal, o en qué condiciones puede intercambiarse? ¿Dejas abiertas tus cuentas de internet, como la de correo electrónico o de los sitios de redes sociales, por períodos prolongados en los que alguien puede mirar sin que tú lo sepas? ¿Aclaras con tus amigos/as y socios/as o pareja dónde y cómo pueden intercambiarse las fotografías y videos personales? 

Si bien es cierto que muchos de esos servicios nos permiten conectarnos, comunicarnos e intercambiar información con distintas personas y servicios con facilidad, rapidez y muchas veces sin costo, también pueden comprometer tu privacidad y exponerte a potenciales daños. A veces, sólo se necesita un poco de buena práctica para mantener privados tus espacios privados, y compartir lo que quieres compartir. 

Toma el control de tu información. Ejerce tu derecho a la privacidad.

1. Decide cuán público/a quieres ser en línea

Si deseas ser encontrado/a fácilmente, tal vez desees publicar ciertos datos, como tu verdadero nombre y dirección de correo electrónico, en las plataformas públicas. Presta atención también al spam mientras lo haces.

Si no, tal vez quieras considerar la utilización de un apodo, y elegirlo cuidadosamente. Un apodo como “HotMama” podría provocar más comentarios y contactos sexuales de lo que esperabas ;)

En lo posible, no publiques información sobre tu dirección física o contacto. Esto puede permitir que alguna persona te rastree con mayor facilidad.

Únete sólo a espacios en línea que te permitan ejercer control sobre qué información es visible para los demás.

Cuando completes formularios, da el mínimo de información requerida, y no llenes lo que es opcional. 

2. Lee las políticas de privacidad 

Por lo general, aceptamos con un clic sin pensar dos veces sobre qué tipo de información se almacena y comparte.

Lee la política de privacidad de 2 servicios en línea que utilices habitualmente y compáralas.

¿Cómo manejan tu información? ¿Toman decisiones en tu nombre? ¿Ésta es utilizada sólo para los propósitos expresamente declarados en tu modo de uso del servicio?

Evalúalas o comparte tus impresiones en la sección de comentarios a pie de página.


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3. Establece tus configuraciones de privacidad

Muchos servicios en línea te ofrecen opciones para que elijas el nivel de privacidad con el que te sientes cómodo/a.

Revisa tus configuraciones, y modifícalas como consideres apropiado.

Para los navegadores, selecciona la menor cantidad de tiempo para que el explorador recuerde tu historial de búsqueda, especialmente si estás compartiendo una computadora. Esto es para que lo que haces en línea siga siendo asunto fundamentalmente tuyo :)

Las cookies son utilizadas por los sitios de internet para almacenar información sobre cómo utilizas un sitio. Se utilizan por diversos motivos, y pueden ser de ayuda en ciertos casos, como por ejemplo para guardar tus preferencias personales. Pero también pueden posibilitar el rastreo de tu actividad en línea. Es buena idea elegir la opción predeterminada de que las cookies se mantengan sólo durante una sesión de búsqueda. Algunos sitios de internet requieren tener habilitadas las cookies para funcionar; en tal caso prueba y asegúrate que sean sitios confiables sin banners de anuncios sospechosos, etc., antes de permitir que las cookies sean permanentes.

En el caso de los sitios de redes sociales como Facebook, puedes configurar varios niveles de privacidad para distintos grupos de personas. Aunque te resulte engorroso, dedica algún tiempo a leer cómo funciona, y quién puede ver qué tipo de información sobre ti. Por ejemplo, tal vez no quieras que tu empleador vea fotos tuyas en las vacaciones.

Y cierra tu cuenta cada vez que no estés utilizando tu computadora :)

4. Comparte lo que sabes

Aprender a manejar las cuestiones de privacidad puede ser complicado. Si tienes algo de experiencia, estrategias, mejores prácticas o conocimientos prácticos, compártelos con los/as participantes en la campaña.

Añádelos en la sección de comentarios, y colabora en la elaboración de los recursos de esta campaña sobre cómo estar protegido en línea.

Por más consejos o ideas sobre cómo proteger tu privacidad, dirígete a la sección "CUIDARSE" de este sitio.

¡Aprópiate de la tecnología! Diviértete, y protege tu privacidad.