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Florencia Goldsman

Las olas de denuncia son imparables. Lo constatamos en la nota anterior y no dejan de abrir preguntas: algunas orientadas a la manera en que se organizan los escraches*, otras a la legitimidad de internet como espacio de denuncia y sus características respecto de la sobre- exposición de tanto las víctimas como de los agresores.

Con el objetivo de dar seguimiento a las reflexiones relacionadas con nuestro derecho a la palabra, ahondaremos aquí en las visiones de feministas que analizan de forma crítica la forma en que gritamos las violencias que vivimos. Cómo aparecería la posibilidad de sanar la herida que abre un abuso sexual por medio de procesos de denuncia digital.

Se hace necesario también cuestionar si las formas en que acusamos, y las respuestas que obtenemos a cambio se integran en un proceso de transformación radical que buscamos desde los feminismos o, en su contrario, si siguen reproduciendo los mecanismos de culpar y castigar tradicionales e históricamente cuestionados por quienes creemos en un camino mas del lado de la justicia restaurativa que de la pena y aislamiento del o la agresor/a.

En este texto armaremos un coro de voces diversas para pensar desde qué ángulo abrazar los dilemas que se desatan tras el maremoto de denuncias #MeTooPeriodistasMexicanos, #MeToomx, el #Metoo de Costa Rica, el caso de #YoLesCreoAmorales en El Salvador, así como en Guatemala el #MetooMuni.

Con la intención de delinear debates que profundicen un momento que mezcla la potencia del señalamiento express en redes sociales con la necesidad de validar las denuncias y lidiar con personas violentas que, pese a haber sido señaladas, siguen circulando por sus espacios de poder con impunidad.

Amandine Fulchirone, investigadora de la colectiva guatemalteca Actoras de cambio en una entrevista a la revista Píkara, nos brinda unas pistas muy valiosas para involucrarnos en este debate. Desde su experiencia con procesos de justicia comunitaria en Guatemala señala algunas líneas para pensar la violencia sexual, encaminar procesos de justicia más allá de los Estados y de la propia urgencia y rapidez con la que se grita en las redes sociales comerciales. Ella señala que se necesita revertir el mecanismo social que hace recargar la culpa, la vergüenza y el terror sobre nosotras, sobre las que lo denuncian.

“(…) Es muy útil que el que comete el crimen asuma socialmente las responsabilidades y la vergüenza porque ayuda a sanar. Pero, ¿cómo hacemos ese tipo de sanción? ¿Desde lo legal? ¿Desde lo comunitario? ¿Desde lo colectivo? ¿Desde dónde? En cualquier caso señalar sólo al agresor no es suficiente. Si individualizamos la responsabilidad, que es la lógica que se sigue con la cárcel, obviamos lo que implica en términos sociales. ¿Y las sentencias supuestamente paradigmáticas? ¿Qué eficacia tienen? ¿Tienen un impacto político suficiente para transformar las relaciones de poder?”.


Justicia como ampliación del debate

Rita Segato, una de las antropólogas feministas con más audiencia en América latina, también viene desovillando el hilo del denuncismo en nuestros contextos actuales, aportando ideas para no dejar de denunciar sin tener una reflexión anticipada sobre las formas y consecuencias.

Refiriéndose al ajusticiamiento mediante la condena social, señaló a la agencia Paco Urondo: “¿Puede el punitivismo, frente a la impunidad, ser una forma de “justicia popular?”. La antropóloga expuso que hay que tener “cuidado con las formas que aprendimos de hacer justicia” desde lo punitivo, que están ligadas a la lógica patriarcal. El desarrollo del feminismo, resaltó, no puede “pasar por la repetición de los modelos masculinos”. Frente a lo que vivimos no es fácil la respuesta: “No hay una solución simple, pero es necesario pensar más y estar en un proceso constante. Cuando el proceso se cierra, es decir, cuando la vida se cierra, se llega a lo inerte”, en cambio, “la política en clave femenina es otra cosa, es movimiento”.

Además Segato declaró que “la única forma de reparar las subjetividades dañadas de la víctima y el agresor es la política, porque la política es colectivizarte y vincular”. “Cuando salimos de la subjetividad podemos ver un daño colectivo”, y eso no puede curarse “si no se ve el sufrimiento en el otro”. Por eso, considera clave el proceso de debate y búsqueda de justicia: “Fuimos capturadas por la idea mercantil de la justicia institucional como producto y eso hay que deshacerlo. Perseguimos la sentencia como una cosa, y no nos dimos cuenta que la gran cosa es el proceso de ampliación del debate”. Hay preguntas muy profundas que se hacen al respecto de las denuncias de violencia sexual. Así como de los procesos de justicia. No encontramos cambios inmediatos a las historias que circulan cargadas de dolor y de rabia. ¿Cómo construimos a partir de ahí?

“Necesitamos volver a encontrarnos en comunidad para elaborar lo que tengamos que elaborar, politizar lo que tengamos que politizar. Nombrar es una cosa, sí, pero luego tenemos que trabajar nuestra memoria de violación sexual: ¿Qué ha dejado en nuestra vida? ¿Qué creencias nos ha instalado? ¿Cómo nos relacionamos desde entonces? ¿Cómo volvemos a estar bien con nosotras mismas? ¿Cómo volvemos a confiar? ¿Cómo volvemos reconstruir el poder sobre nosotras?” Fulchirone.


¿Hay vida después de los escraches?

Guillermina Huarte, comunicadora argentina, nos aporta algunas preguntas clave para seguir dando la vuelta a este tema: “¿Estamos en condiciones de poder desacordar entre nosotrxs en buenos términos? ¿cómo se están balanceando las acciones realizadas en cuanto a qué hacer con la violencia machista, y sobre todo, con los agresores? ¿cómo pensamos los escraches?”.

Recordamos junto con ella que la justicia no es sólo machista, sino que es racista y clasista a la vez. Debemos preguntar también ¿quiénes suelen ir a la cárcel en nuestros territorios? Conforme con esto, nos toca reflexionar que si la denuncia pública tiene consecuencias punitivas, estigmatizantes y excluyentes, nos toca repensarnos todo el juego. O, caso contrario, parar la pelota y pensar mejor la jugada.

Las formas masivas de escrache en internet traen consigo preguntas acerca de la justicia. Junto con Huarte nos preguntamos: ¿qué se pide cuando se pide justicia?, ¿puede haber una justicia feminista no punitiva? Son preguntas que pueden confrontarse a formas de expresión del feminismo que se vea cooptado por demandas que sólo propongan castigo, sanciones duras, penas y cárcel.

Dentro y fuera de internet la visibilidad en aumento de la agenda del colectivo LGTTTBIQ+, añadido a la disputa por el reconocimiento del trabajo sexual, y también por la despenalización del aborto, confronta de cara a las estructuras del sistema patriarcal, señalan uno de los puntos de no-retorno más profundos que instalaron los feminismos.

Al mismo tiempo, en toda la región, las cámaras legislativas trabajan por aumentar indiscriminadamente las penas, restringir la libertad condicional, eliminar los delitos excarcelables, así como mayor autonomía a las fuerzas policiales, entre otras medidas regresivas. Por eso cuando las olas de las denuncias en internet crecen agigantada nos obligan a revisar nuestros propios conceptos de justicia y de cómo contener a las agredidas.


Pasar la pelota al otro campo

Es momento de poner la lupa sobre lo que aparece tras los escraches, es decir con la denuncia pública, sobre todo en redes sociales, en especial con los varones cis heterosexuales que sean autores de algún acto de violencia machista. “Una de las primeras dudas que surgen es si el escrache es punitivo, o si hay algunos que sí y otros que no. Múltiples miradas existen sobre considerarlo de esta manera o no. El ‘feminismo punitivista’ remite a una línea que tracciona para cambiar/reparar/hacer justicia sobre una violencia particular a través de la sanción de una ‘pena’ basado en la idea de que la Justicia, es el castigo que supone una reparación a la víctima” explica Huarte.

Fulchirone señala por su parte que “devolver la vergüenza y el miedo es imprescindible. Los agresores, para que dejen de violar, necesitan encontrarse con el límite. ¿Quién pone ese límite? Lo ideal es que se lo pongamos las mujeres. En comunidad es más fácil porque rápidamente ubicas quiénes te pueden apoyar, qué casas te pueden acoger, quién puede actuar contigo. Hemos vivido varias experiencias así, pero las represalias son muy fuertes. Es el poder simbólico puesto en escena. ¿Hasta dónde somos capaces de contrarrestar con otra voz, con nuestra voz, el poder simbólico patriarcal?”

La apuesta por la responsabilidad y la propuesta colectiva es una vía para defenderse ante las respuestas del sistema patriarcal. Si la justicia aparece como condena individual o pena de hechos puntuales debemos seguir cuestionando a fondo. Se nos impone pensar por fuera de lo individual porque la violencia sexual forma parte de un entramado de complejas relaciones desiguales y violentas rastreables a lo largo de la historia.

Vemos, especialmente, después de las denuncias que se vomitan en redes sociales comerciales la falta de contención que existe ante estas problemáticas. Eso no detiene el fenómeno que señala la urgencia de la denuncia pública que implica la exposición de la denunciante.

“Si el feminismo hoy es protagonista de una propuesta transformadora tiene que debatir el punitivismo. Pensar la sociedad de otra forma que sea democrática, plural, más justa, con todas las diferencias que cada espacio político y cada persona tendrá, es tarea urgente. Proponer otras nociones de justicia que no estén atadas a percepciones conservadoras de la solución a los conflictos sociales, es tarea también del feminismo” resalta Huarte.

Sin embargo, ¿cómo pensamos una propuesta superadora? El #YoSiTeCreo como acto individual o grupal de acompañamiento es un primer paso. A las feministas nos toca construir redes para que las denuncias no sean volátiles.

Para que para que les denunciantes no queden expuestes a contraataques. Para narrar nuestras historias, ser escuchadas y poder elegir los posibles caminos a seguir. Para que la memoria de internet, fuera de nuestro control, no nos asocie unilateralmente a la memoria del dolor denunciado. Las relaciones de poder se transforman al momento en que construimos nuestro propio poder, individual y colectivo como mujeres y personas de identidades diversas.

Tenemos el desafío de afirmar nuestra verdad en nuestros propios términos, verbales y tecnológicos. Debemos idear los límites que nos defiendan de los agresores. El camino involucra un trabajo de organización política muy grande, que va mucho más allá que la denuncia, de las leyes o de la vía penal.


Glosario:

Escrache: nombre dado en Argentina, Uruguay, Paraguay, España y Venezuela a un tipo de manifestación en la que un grupo de activistas se dirige al domicilio, lugar de trabajo o en lugares públicos donde se reconozca a alguien a quien se quiere denunciar. Se trata de una palabra en jerga para referirse a un método de protesta basado en la acción directa, que tiene como fin que los reclamos se hagan conocidos a la opinión pública. (Wikipedia)

Lecturas y recursos adicionales: