Description
Las nuevas tecnologías de la comunicación también pueden contribuir a brindar advertencias: la exigencia de que la novia tenga el celular siempre prendido y de que responda sin demora, que la pareja revise los mails, las llamadas, los chats y el Facebook son evidentes signos de una relación de sometimiento. Es característico que todos estos comportamientos sean fundamentados con consignas de amor, de cuidado y de protección. Debido a que estas actitudes se las suele interpretar como juegos o como señales de afecto hacia la pareja, suelen pasar inadvertidas, pero las conductas violentas se convierten en experiencias que se reiteran y sostienen en el tiempo. La violencia emocional o psicológica aparece así disfrazada de amor y, progresivamente, va socavando las posibilidades de la joven de elegir libremente. Progresivamente, las víctimas terminan creyendo ser merecedoras de las agresiones verbales, simbólicas o físicas y terminan naturalizando la relación violenta en la que están inmersos. De esta forma, la mayoría de las adolescentes no pueden expresar, niegan o no se dan cuenta de estar atravesando una situación de violencia e ingresan así en una espiral del silencio. Las invade la vergüenza, el temor, la desconfianza y la presión social que las recluye y aparta de sus afectos. Los rasgos fundamentales de estas relaciones son la asimetría de poder y la dominación que ejerce uno sobre otro. El sometimiento y la posesividad, que conllevan a que la mujer llegue a un estado de indefensión, caracterizado por el aislamiento, la baja autoestima y la dependencia emocional.
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